El 6 de Marzo se celebra anualmente el día de la
logopedia y por lo tanto, se conmemora la existencia de esta profesión tan
importante, pero tristemente, tan poco conocida. Habitualmente se confunde con
la podología (y con otras disciplinas) pero no tiene en absoluto nada que ver
con los pies. Y, a este respecto, lo que en un momento concreto es una anécdota
graciosa (y doy fe de que es cierto) si adquiere carácter repetitivo puede
llegar a ser molesto.
Por ello, entre otras razones, no podía pasar sin
aportar mi granito de arena (aunque llegue un poco tarde) a la causa de
intentar dar más significado y profundidad a este término que, sólo como
curiosidad, etimológicamente, hace referencia a la educación de la
palabra, ya que está compuesto por las palabras griegas: logos –palabra- y
paideia –educación-. Para seguir con la citada causa, me gustaría aportar mi
visión personal y es que considero que se trata de un trabajo que requiere
entrega personal, así como gran capacidad de empatía y con frecuencia, al ser
una figura poco conocida, tal y como había dicho, se suelen reducir
drásticamente sus funciones a "el/ la que enseña a hablar y/ o a pronunciar".
Esto no es que sea falso, pero su alcance es mucho mayor de lo que dicho así
aparenta. Por tanto, denominarlo de esta
forma, aunque se haga para abreviar y con la mejor voluntad, simplifica tanto
sus competencias que también minimiza su valor. Además, también resulta
negativo en el sentido de que muchas personas, que pueden ser susceptibles de
necesitar sus servicios, pueden no tener ni la más remota idea de ello. En mi
opinión, esto es una enorme pena (tanto para paciente como para el/ la terapeuta
que se gana la vida con ello).